Políticamente indeseable
Políticamente imposible. Políticamente incompleta. Políticamente indefinible. Políticamente interesante. Políticamente incompatible. Políticamente utópica.
Todo menos indeseable. Incluso, políticamente idealista. Justo eso, idealista.
El problema leyendo este libro de Cayetana es que toda la teoría es válida, está justificada de forma muy solvente y no hay duda alguna de su formación, cultura, conexiones, inteligencia, oratoria y entusiasmo por hacer y por hacerlo mejor, sin embargo, no es posible la política que defiende.
No es que no la entiendan (la entendiesen) los de su propio partido (ni qué decir tiene la lejanía con los demás) sino que no la entiende el votante. Y ella reconoce esa distancia. No lo hace en lo que escribe sino en cómo lo escribe. No esconde sus orígenes, sus gustos, su valores ni su disgusto, hastío o irascibilidad con los contrarios y ahí es donde no puede ser política. Si acaso politóloga. Sería la mejor. O una muy muy interesante de tener cerca.
La paradoja es que Cayetana es brillante analizando la realidad de un país pero tiene que mantenerse lejos de esa realidad por ser incompatible con su propia realidad. La mediocridad que denuncia a su alrededor le impide ver su mediocridad adaptándose a esos mediocres.
En la antigua Roma, en el Senado, sería un peligro andante para sus enemigos. Ahí sí sería realmente políticamente indeseable. Y mujer.