Caixabank 1998
Tengo doble motivo de orgullo de este trabajo que hice en una oficina de La Caixa (ahora Caixabank) y que he contado mil y una veces a amigos y compañeros de trabajo (y en alguna clase a alumnos).
Lo primero es que La Caixa estaba en plena expansión fuera de Cataluña y enfocándose en territorios claramente potenciales en cuanto a nuevos clientes y beneficios derivados. Uno de ellos era el País Vasco y, en concreto, en Guipúzcoa se convocaron procesos de contratación donde cientos de recién licenciados o gente joven con experiencia previa en banca nos presentábamos con el objetivo de conseguir «el trabajo de nuestros sueños»: trabajos bien remunerados, seguros («de por vida») y con horarios imbatibles (normalmente, de 08 a 15hs). Mientras estaba en Citibank me presenté a las pruebas junto a esos cientos de entusiastas: eran pruebas psicotécnicas de varios tipos (donde me sentí muy cómodo haciéndolas, sabía que me salieron muy bien) y posteriormente, pruebas de dinámicas de grupo los que habíamos pasado el corte (donde, sin caer en la falsa modestia, arrasé).
Tal es así que mi candidatura llegó directamente a Chema Artola, director de la zona norte, que me felicitó, reconoció mis excelentes resultados y me animó a seguir así de contundente y seguro de mí mismo. Me explicó que me quedaba una increíble carrera en banca y que contase con él y con La Caixa para que así fuese. Ese día, en mi casa, no cabía más felicidad. Mis padres, esforzada clase media, que han dado todo por sus hijos, ya tenían a uno justo donde querían, justo donde habían puesto todos sus sueños y sacrificios.
Y aquí comienza realmente mi vida profesional como yo la entiendo. No sólo no hice caso a Chema, ni a mis padres ni a todo lo que me rodeaba sino que fui al lado contrario. Algo debí de ver, sentir o intuir pero decidí dejar todo (no llevaba ni 1 año) y romper con mi «inevitable» fulgurante carrera en banca (antes del tercer mes ya me aburría en la oficina y proyecté mi vida en un lugar absolutamente poco apetecible) y apostarlo todo a algo que era absolutamente desconocido y una auténtica locura (y más en San Sebastián): Internet.
No pasaron ni 48hs desde que un amigo me llamó y convenció para que me uniese a una startup en Madrid y yo dejase todo (ciudad, casa, trabajo, amigos, equipo de fútbol, familia, …) y me fuese para allá. Creo que fui el único que no creía que era una locura sino la mejor forma posible de descubrir un mundo nuevo, participar de él y asumir todas las consecuencias de mi decisión.