Sufrir mejor
Llevo más de 2 años desde que decidí (mi cuerpo decidió) cambiar de hábitos. A finales del 2020, tras una dura sesión de bici en rodillo en casa, estaba en la ducha (como Dios me trajo al mundo pero con mucho más pelo y la piel mucho menos suave) y en un gesto totalmente habitual y poco extremo (coger un bote de champú) me quedé absolutamente paralizado de las lumbares hasta el cuello.
Tengo que hacer un obligado paréntesis para comentar que, en mi cabeza y según mis hábitos previos, yo estaba en súper buena forma. No sólo por mi auto-percepción sino por mi comparación objetiva con el resto de mortales de mi edad (incluso más jóvenes). Práctica deportiva habitual, dieta bastante sana, ningún vicio de los que son malos vicios, nunca menos de 6-7hs de sueño al día…cierro paréntesis.
De la guisa que comentaba intenté salir de la bañera (no tenemos ducha como Dios manda en casa). Imposible. No sólo no podía levantar ni 10 cm. la pierna del suelo sino que el dolor me estaba matando. Y me estaba quedando helado. Para mejorar la escena, el resto de miembros de mi familia estaba en el otro lado de la casa y, por tanto, nos separaban varias puertas. Me niego a describir cómo conseguí salir de la bañera, mal secarme y llegar (seguía en pelota picada) hasta la cama ni a describir el dolor. Fue jodido. Leí un libro sobre sesgos una vez (Thinking, fast and slow, Daniel Kahneman) que demuestra cuánto de rápido olvidamos el dolor entre otras muchísimas cosas que le hicieron merecedor del Nobel. No olvidamos que lo sufrimos y que no queremos volver a sufrirlo sino que somos muy malos recordando la intensidad o la duración (bendito sesgo).
Bueno, hecha la introducción con mi encuentro con la realidad de mi forma física, decidí tomarme en serio los dos días que estuve en la cama sin poder levantarme sin ayuda de una silla (que usé como tacatá) o de un palo (que usé como bastón) y con una buena dosis de calmantes, relajantes musculares (hasta una inyección que me puso mi mujer) y sesiones de contorsionismo porque era incapaz de estar sin dolor en ninguna de las posturas posibles.
Pasé por varias semanas de fisioterapia, la obligada visita a un especialista de columna con una resonancia para ver qué podía haber pasado o estar pasando y un parón total de cualquier actividad que no fuese desplazarme a estos profesionales (o al baño). Todos coincidían en lo mismo. Varias hernias en los discos vertebrales (L4-L5-S1). También coincidieron en que no era grave y que, con casi total seguridad, el «incidente» fue fortuito por una mala postura, músculos lumbares o del glúteo muy cargados o simplemente, «porque tocaba».
Eso sí, también coincidieron en retarme a que estuviese en forma de verdad. Y aquí lo conecto con el tema del post: no es que me guste sufrir cuando hago deporte o que me guste dejar de sufrir y por tanto hago mucho deporte para estar en forma. Es que sufrir hay que sufrir. Se sufre cuando te ponen nuevos hábitos para corregir posturas (estiro todos los días 15mins al levantarme), para conseguir más fuerza abdominal (comencé a ir a hacer Pilates semanalmente), para comer mejor (mucho mejor quitándome grasas y alcohol, entre semana) y para ser constante (esto lo comento mejor al final del post). Se sufre para ponerte en forma, para entender que no es un tema estético o de comparativa con los demás, para llegar a sentir que es parte de tu rutina, de tu camino y de tu vida en general.
Esta semana estaba en clase de «spining» (con mi récord de vatios por Kg.), sufriendo como un perro, y me acordé de todo lo anterior. ¿Por qué estaba sufriendo tanto si estoy en forma como nunca en mi vida? ¿Por qué no disfrutaba ahora de estos 2 años comiendo mejor, haciendo Pilates regularmente, sin fallar a mis sesiones de natación o de bici y durmiendo todo lo que puedo? Mi respuesta es que ahora sufro mejor. La maravillosa sensación de que no me duela nada, de estar sudando como un pollo, de estar con las piernas (o los brazos) reventados es incomparable. Hay una dosis de orgullo, otra de superación y otra de moderación. Porque esto no acaba. Habrá que seguir sufriendo para otras cosas, porque vendrá un nuevo dolor o porque también me acuerdo mucho estos días de los estoicos y su «Memento Mori».
Y, por si ha quedado algún tufillo de post de superación o de «si yo puedo tú puedes» o alguna mierda similar, dejadme que lo corrija ahora que estoy acabando. He fallado casi todos los meses a mis rutinas. Sin casi. Hace frío, hay trabajo, tengo 3 niños, la pereza es la mayor fuerza de la naturaleza (muy por encima de la gravedad o del espacio/tiempo). He comido lo que no debía (casi todas las semanas). He hecho el imbécil con el móvil muchas noches robándome tiempo de descanso. Esto va de ir poco a poco. Corrigiendo poco a poco. Instalando hábitos para que se queden, ya serán perfectos. Porque total, sufrir vas a sufrir, y es mejor sufrir mejor que sufrir peor.